Estructura de una red de telefonía móvil
La mayoría de personas desconoce que para hablar por teléfono móvil con un amigo que tenemos al lado, la conversación hace un viaje largo y tecnológicamente complicado desde que sale de su boca hasta que llega al oído del destinatario. En este artículo pretendemos mostrar las entrañas de una red que, aunque usada por millones de ciudadanos, nos resulta ignota y extraña. Conociéndola, tal vez nos hagamos idea de que gran parte de la “leyenda negra” que se abate sobre esta tecnología móvil es infundada.
Por las redes telefónicas, en el principio de los tiempos, iba solamente voz. Con los avances técnicos, a la voz se le han incorporado los datos. La voz sale de nuestro órgano emisor y modulador: la boca. Y para introducir nuestra voz en la maraña que constituye la red usamos un teléfono móvil. A diferencia de los teléfonos fijos que tienen un cable que sale de la pared, los móviles son inalámbricos y nos permiten conversar sin ligaduras a un conector, en cualquier lugar. Eso sí, siempre que haya cobertura. Y esa cobertura nos la proporciona un elemento básico de la red de radio: la Estación Base.
Este denostado y muchas veces odiado equipo es lo que vemos en las torres cuando vamos por el campo, o en las azoteas cuando paseamos por una ciudad. La red de telefonía móvil es celular. Esto quiere decir que está constituida por “células” o celdas que se solapan unas con otras para dar una cobertura continua. En el plano teórico, estas celdas son como las de una colmena de abejas: hexagonales (los hexágonos regulares son figuras geométricas que encajan perfectamente unas con otras sin dejar huecos entre ellas). Cada una de estas celdas está servida por una sola estación base, y ella será la encargada de gestionar todas las conversaciones que se originen o tengan por destino a los usuarios que en un momento dado se encuentran dentro de su rango de acción.
Los canales de radio por los que van las conversaciones desde nuestros teléfonos móviles hasta la estación base servidora son bidireccionales. Esto es, tienen doble sentido: del usuario hacia la estación base es el canal ascendente y de la estación base hacia el usuario es el descendente. Al ser bidireccional, las personas que están en comunicación pueden hablarse mutuamente y a la vez si lo desean (no es lo ideal hablar simultáneamente).
Una estación base tiene una capacidad limitada de gestión de tráfico telefónico, de conversaciones. Ello depende de la configuración radio que la operadora haya dispuesto. En zonas despobladas, la estación tendrá la electrónica necesaria para cursar diez conversaciones simultáneas por ejemplo, y en ciudades cien. Y no es cuestión de potencia, como mucha gente piensa. Es cuestión de pura configuración del equipo de radio. La potencia con la que radia la estación base (lo más temido por los ciudadanos) dependerá del rango de cobertura (la superficie o Km2) que se pretendan cubrir. En el campo bastará una estación base cada muchos Km2, sin embargo, en las ciudades se necesitarán cada dos manzanas de casas. Y la única razón es el tráfico esperado por las operadoras. En el monte apenas habrá conversaciones y en las ciudades las hay a miles. Justamente para tener la sensación de que “tenemos línea”, las operadoras equipan muchas estaciones base en las ciudades. La estación base rural tendrá que radiar con tanta más potencia cuanta más superficie deba cubrir. Por el contrario, en entornos urbanos no es necesaria la potencia porque a pocos metros de distancia se encuentran las estaciones base vecinas que conforman el entramado de celdas hexagonales solapadas que cubran perfectamente la ciudad. Por eso no hay peligro en la potencia con que radian estas instalaciones. Por eso y porque no son radiaciones ionizantes (ver el artículo “Antenas de telefonía móvil y salud”)
Para poder mantener la conversación no hace falta estarse quieto en la calle por miedo a salirnos del área de cobertura de la estación base que nos sirve. No. Podemos movernos y, en un momento dado, salirnos de la cobertura de una estación para pasar a ser atendidos por la estación vecina. Esto es lo que se denomina el “traspaso”. Si lo que hacemos es pasar de una operadora a otra mientras estamos conversando (tal vez porque atravesamos una frontera y pasamos a otro país) y, por tanto, dejamos de ser atendidos por una estación base de nuestro país y de nuestra operadora para pasar a ser servidos por otra estación de otra operadora, se llama “itinerancia”. En ambos casos, el usuario tiene la agradable sensación de la continuidad. Su conversación no se corta.
La estación base que trasiega con nuestra conversación debe pasársela a la central telefónica. Esta es la entidad mayor de una red que se denomina la red de transmisión/conmutación. La central es un poderosísimo y potente ordenador que gestiona los destinos de cada conversación en función del número de abonado que hemos marcado en nuestro teléfono móvil. La central conmuta los circuitos necesarios y enruta o encamina nuestra voz para llevarla correctamente al destinatario de nuestra llamada. Este destinatario podrá ser abonado de nuestra misma compañía de móviles o de la competencia, nacional o extranjera; abonado de una red telefónica fija, nacional o extranjera; abonado de una compañía de telefonía fija, nacional o extranjera; etc. La central lo va a saber por el número marcado. Y cuando ha dispuesto todo para encaminar nuestra llamada, esta pasa a la “nube”: la red conmutada de la que cuelgan todas las centrales de todas las operadoras. Esa nube simboliza todas las redes de telefonía mundial de cualquier tipo. Todos estamos comunicables con todos. Todas nuestras conversaciones transitan por esa nube.
Una vez que la central telefónica ha mandado nuestra conversación hacia nuestro interlocutor (la persona a la que hemos llamado y que está al otro extremo de “la línea”) el camino se deshace hacia abajo: de la nube se llega hasta la central telefónica de la compañía a la que pertenece nuestro amigo. Esta central va a buscar la estación base en cuyo ámbito de cobertura se encuentra la persona llamada. Y, por fin, esa estación va a mandar las señales de tono de llamada recibida para que, cuando el amigo descuelgue, se establezca la comunicación.
Las redes telefónicas saben dónde nos encontramos y, por tanto, qué estación base es la que nos sirve en cada momento gracias a un protocolo de señalización que nos es transparente o invisible a los abonados. Pero que es absolutamente necesaria.
Conclusion de la estructura de una red de telefonía móvil
Esto es, a grandes rasgos, la arquitectura de una red de telefonía móvil. Las antenas que nos dan el servicio telefónico son las alargadas que vemos por las azoteas y las torres. Las antenas que llevan las conversaciones hacia las centrales telefónicas son las antenas parabólicas de radioenlace, muy características porque parecen enormes tambores. Y todo ello debe ser instalado en lo alto de los edificios o en esbeltas torres. Los emplazamientos deben estar despejados de obstáculos. Todo lo que vemos, pues, es absolutamente necesario para que podamos disfrutar de este avance que ya forma parte de nuestras vidas, como la TV.
Documento en versión para impirmir – Estructura de una red de telefonia movil – Solitel