SUBARRIENDOS EN TELEFONÍA MÓVIL

A las operadoras les gusta compartir azoteas y torres
De todos es sabido que la telefonía móvil es un gran, grandísimo negocio. En principio debería serlo para las dos partes involucradas: la arrendataria –operadora- y arrendador –propietario del emplazamiento-. Es decir, ambas partes deberían ganar en esa relación contractual que es el alquiler de la azotea o parcela de campo. Pero pocas veces es así. La razón tiene que ver con el hecho de que una operadora de telefonía móvil no es una O.N.G. Es una empresa y, por tanto, una máquina de beneficio. Los propietarios, los accionistas de la empresa, quieren ganar dinero. Y cuanto más mejor. Nadie tiene un negocio para perder o quedar cuenta con paga, ¿verdad?
Este tipo de empresas, las de telefonía móvil, tienen dos grandes partidas que les suponen sus principales gastos: los sueldos de sus empleados y la renta arrendaticia que pagan por el alquiler de las azoteas o terrenos.
De las cuatro operadoras de telefonía móvil que hay en España, la que más empleados tiene es Telefónica Móviles (Movistar), seguida de Vodafone, Orange y MásMóvil (la antigua Xfera) Y todas ellas han ido adelgazando sus plantillas mediante despidos, bajas incentivadas y ERE´s. La última de ellas en poner de patitas en la calle a 1.800 trabajadores fue Vodafone. Se me ocurre hacer unos groseros números: si el sueldo medio fuese de 25.000 € anuales, esos 1.800 trabajadores suponen un ahorro de 45 millones de euros. Aunque haya que restar indemnizaciones y compensaciones, sale una pasta gansa.
Estas empresas empezaron hace años un proceso de externalización consistente en contratar y subcontratar servicios que antaño hacían los propios empleados. Los ingenieros y técnicos de las operadoras ya no salen nunca a los emplazamientos a ver las antenas de telefonía móvil de las azoteas o terrenos rurales. Ahora lo hacen contratas o subcontratas. Ni siquiera negocian los contratos de alquiler de azoteas para colocar antenas, lo hacen empresas externas y negociadores a comisión. Es decir, las operadoras de telefonía móvil se han ido deshaciendo de personal. Ahorrando costes. Aumentando beneficios.
Pero, como apuntábamos más arriba, hay otra gran y millonaria partida: los alquileres, lo que se paga a los propietarios por tener unas antenas de telefonía móvil en azoteas o en terrenos en el campo. Y, por supuesto, hay que intentar rebajar ese coste de explotación. ¿Qué manera se les ha ocurrido a las operadoras? Pues con la compartición, el subarrendarse unas a otras en las azoteas donde ya están desde hace tiempo. Compartiendo la renta, tocan a menos cada una de las operadoras. ¡De cajón!
La compartición de azoteas no siempre es a cambio de un canon o renta. No. Muchas veces es a cambio de cromos: yo te dejo que te vengas a mi azotea y tú me permites ponerme en otra tuya que me venga bien. En cualquier caso, hay ahorro de costes. Las rentas que soporta cada operadora bajan.
Los subarriendos en telefonía móvil, salvo que se pacte expresamente su prohibición, están permitidos. Todo arrendatario en España puede subarrendar a un tercero. Y esto, que hace años era impensable porque todas las operadoras no se podían ni ver, es ahora el pan nuestro de cada día. Donde antes sólo había recelos entre operadoras y miradas de soslayo, ahora hay acuerdos marco y pactos a nivel nacional. Las operadoras quieren compartir, quieren estar juntas en la misma azotea y pagar menos al arrendador: la comunidad de propietarios o el dueño de la parcela rural.
Los subarriendos en telefonía móvil son muy difíciles de detectar. El estado del arte permite que las operadoras compartan hasta las antenas de telefonía móvil por las que se radian sus señales telefónicas. Con las tres originales antenas de una operadora, pueden funcionar hasta la cuatro operadoras juntas. Que nadie espere que la aparición de una nueva operadora en la azotea compartiendo con la ya existente, implique la aparición de tres nuevas antenas. Se usan las mismas. Y ello gracias a la diplexación o combinación digital de la señal: por el mismo cable se empaquetan las señales de varias operadoras. Por ello, un vecino lego en la materia (como son todos los españoles) no va a saber si en su azotea hay dos, tres o las cuatro operadoras compartiendo infraestructuras y antenas.
Los contratos de alquiler de azoteas para implantar antenas de telefonía móvil y estaciones base de telefonía móvil, dan mucho de sí. No hay más que saber interpretarlos y doblegar la ley que los rige a voluntad. Y en muchas ocasiones, las comunidades de propietarios que negocian este tipo de contratos de alquiler de azoteas sólo se fijan en la renta. Como si no hubiese más cláusulas. Como si la única fuese la de la renta. Y aspectos como los subarriendos en telefonía móvil se les pasa por alto. Nadie piensa en que a su azotea puedan llegar más operadoras como abejas a un campo de flores.
Los subarriendos en telefonía móvil y comparticiones de azoteas se producen en plena vida de una estación base o al inicio de esta. Y nos explicamos: cuando dos estaciones base de telefonía móvil están en azoteas contiguas o cercanas, lo normal es que una de las dos se mueva a la otra. Es un desplazamiento corto y se puede hacer en poco tiempo y sin grandes costes. Y la zona de cobertura apenas acusa el hecho de que la estación base que la sirve se ha movido unos pocos metros; y el otro caso era cuando se produce al inicio de la vida, cuando la estación base nace ya en una azotea arrendada a otra operadora. Con esta jugada, la nueva operadora se ha ahorrado el lento y farragoso proceso de negociación con una comunidad de propietarios. Directamente negocia con la operadora que ya estaba en esa azotea si se paga un canon o se cambian cromos.
Y todo ello suele ocurrir a espaldas del arrendador, de la comunidad de propietarios o del dueño de la finca rural. Las operadoras llegan a sus acuerdos de manera transparente para los arrendadores. No suele gustarles que nadie se entere de esos trapicheos ni se inmiscuya en los acuerdos. Entre otros motivos por miedo a que se malogre la operación y les pueda salir más cara. De ahí la falta de comunicación cada vez que se subarrienda. Ninguna operadora –salvo honrosas excepciones puntuales- anuncia nunca nada. La famosa y paradigmática política de los hechos consumados.
Las antenas de telefonía móvil de las azoteas son bienes muy preciados. Cuesta mucho negociarlas, implantarlas y mantenerlas. Por eso las operadoras intentan minimizar gastos en estas infraestructuras. Por eso han proliferado los desmantelamientos y posteriores trasladaos de estaciones base entre azoteas. Por eso se negocian nuevas antenas entre operadoras y no con comunidades de propietarios. El negocio ha cambiado mucho desde su aparición en 1995. Y es que el ahorro de costes hace extraños compañeros de cama, ¿no les parece?